Hoy vivimos en un mundo atravesado por los vertiginosos cambios culturales, sociales, económicos que han tenido lugar a partir de la segunda mitad del siglo XX. La antigua sociedad sólida, apoyada en Estados fuertes, en la sostenibilidad laboral y de valores de referencia seguros a nivel político y religioso, ha dado paso a una sociedad (pos) moderna caracterizada por la movilidad mental y existencial a gran escala, donde se manifiesta la fugacidad de las relaciones, la incertidumbre del pensamiento, la aceleración y control de las TICs y la realidad de las redes sociales. Sumado a esto, la preocupación extrema por el presente, la precariedad de las experiencias y la laxitud de la comprensión, aproximan a lo humano a lo efímero, perdiendo todo sentido la capacidad creativa, significativa y trascendente.